Amanece tormenta en el cerebro.
La niebla ha enmarañado
las neuronas de la estancia.
De un momento a otro,
el globo de mi cabeza va a estallar,
por la presión,... ¿atmosférica?
Tras varios días,
el globo se desinfla.
Nada es eterno,
hasta las ganas de vivir
se quiebran en el camino,
tornándose a ratos huracán,
a ratos remolinos.
La vida sigue avanzando,
de la mano… de la muerte.
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