A ese árbol
atrapado entre las cuatro esquinas
de mi ventana,
a ese que sus raíces
crecen en tierra de cemento,
que cada vez que pare brotes tiernos
el humano le mete tijera sin piedad,
al que parece feliz
en su solitaria soledad…
dudo de si, realmente, lo será.
A él le digo:
"Siéntete feliz,
porque cada vez
que me asomo al ventanal,
a mi me haces sonreír,
me das felicidad"
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