Si hay algo que tengo claro es que la enfermedad no me va a ganar el pulso, cuento con mi mejor amigo, el brazo de hierro. Por momentos podrá hacerme llorar pero, al final, terminaré riendo. Podrá hacerme sentir triste pero recuperaré la sonrisa. Podrá morderme, pero yo morderé más fuerte, me arrancará los dientes y con encías de bebé succionaré la leche. Me postrará de rodillas en el suelo, pero aprenderé a gatear y no cesaré hasta ver mi mente en pie de nuevo. Me ganará el pulso cuando mi pulso este muerto.