S iempre igual: La encina de mi pueblo amarillea. ¡Será el agua que envenena sus raíces! ¡Culpables los minerales que encenizan tumores! ¡Traidor el oxígeno que encharca sus pulmones con polución! ¡Verdugo el sol que guillotina sus células del color! Con la encina nos enterramos todos, su ataúd de madera enferma sepultará a la humanidad que finge su ceguera con comodona frivolidad… ...y ya lo sé, tú no tienes la culpa, la culpa es mía y del… chá, chá, chá. ¡Qué fácilmente se despoja el humano de la culpabilidad! ¡Qué traje tan liviano para desvestirse!