El camino desaparecido apareció de nuevo ante mí, en la tormenta aparecieron un sinfín de puertas por abrir, todas cerradas... y en mi cuerpo una cerradura sin llave con la puerta entornada. Me pregunté cuánto tiempo llevaría en mi, qué tan ciega estaba… Lejos de seguir dando vueltas en círculo, decidí adentrarme en lo desconocido tan conocido y tan olvidado. Sin empujar, tiré hacia atrás quedando un inmenso vergel ante mi andar de pato mareado. Un fascinante edén abandonado con mucho trabajo por hacer, futuros paseos y tardes de paz. Atractivo y adictivo, me llamaba. Entré cautivada por el desastre de árboles rotos, ramas muertas, flores desteñidas, frutas podridas, semillas vanas…, y el encanto de pequeños retoños blanquecinos en los tallos que sufrían la falta de luz. Quedaba claro el poderío que un día, bajo los cálidos rayos, poseyó. ...Entonces entendí que una buena poda, labranza y abonado harían que entrase el sol y recobraran la clorofila (su salud perdida, mi salud perdi