La ventisca cae sin piedad. Adentro, aniega el huerto. He de ser tormenta que asiente el cieno, cuando el agua se torne clara. He de ser vergel donde el cuerpo respire tras la dura convalecencia. He de ser estrella que en la noche robe el manto, para que la madrugada, también resplandezca. He de ser luz cuando los ojos se abran, venciendo las tinieblas. He de ser victoria tras la negra venganza, tras la nefasta guerra. He de ser poema cuando lágrimas rieguen las risas yermas. He de ser salado verso saliendo de los labios, cuando despierte del invierno y sus heladas vendas. He de ser metáfora cuando el grito se ahogue y la calma florezca. He de ser flor de ciruelo cuando la primavera renazca, y de sus pétalos, el efluvio vuelva. Descansaré y meditaré en mi hermoso jardín, bajo la sombra del ciruelo y su flor perfumada.