¿Tu eres la de la obra? No, esa es mi hermana, yo no quiero obra ni nada ya, responde cansada, mientras piensa sonriendo, ¡y poca obra que me queda! Menos mal que cuenta con el brazo de hierro, que lo mismo la sujeta con un clavo oxidado al suelo, que la lanza con alas de papel a bucear por la forja derretida del cielo. Brazo que besa la calma acariciando con ternura la carne viva del alma... En la noche, duerme acunada por su nana, y despierta bailando espasmos tatuados en la cama.