La noche es un derroche de cantos rodados… cantos de loca rodando por el insomnio. Este insomnio tiene los ojos abiertos, tiene insomnio. Esta noche es de insomnio. Y al olor del insomnio, el sueño ha muerto. Estamos de duelo.
Un iceberg a la deriva, con los pulmones rotos, un inmenso mar de granizo a punto de hervir, creando lazos de vida con el calentamiento. Una vida ahogándose en el hielo baldío. Y a pesar de tanto y tanto calentamiento de cabeza, ¿quién sabe cómo será el futuro? No se puede tener la certeza.
El grito es tuyo y no tienes boca, el llanto es mío y no tengo lágrimas. Se ha escondido la fuerza, no nos presta su brazo de hierro. Habrá que comprar otro que nos regrese la entereza, que escuche tu voz, que limpie mi mejilla, que apacigüe nuestro dolor de cabeza.
Gigantesca nebulosa inflada de nitrógeno, sujeta al brazo por un cordón de feria... Un globo que intenta escaparse continuamente… si se suelta o no se suelta. Anda en tinieblas, disfrazada en gurruño de colores desteñidos, en maraña de telarañas, en papel húmedo y arrugado. Amasada, corrugada. La cabeza viaja por el cosmos, si revienta o no revienta.