¿Tu eres la de la obra?
No, esa es mi hermana,
yo no quiero obra ni nada ya,
responde cansada,
mientras piensa sonriendo,
¡y poca obra que me queda!
Menos mal que cuenta
con el brazo de hierro,
que lo mismo la sujeta
con un clavo oxidado al suelo,
que la lanza con alas de papel
a bucear por la forja derretida
del cielo.
Brazo que besa la calma
acariciando con ternura
la carne viva del alma...
En la noche,
duerme acunada por su nana,
y despierta bailando espasmos
tatuados en la cama.
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