La arena perdió la brújula navegando
entre holas y olas...
sin norte,
entre paseos y adioses...
sin sur,
estrelló contra el acantilado
diez metros de lágrimas de sal...
sin este,
con volantes de miedo y dolor...
sin oeste.
Agotada miró al cielo,
esperando la absolución
de los puntos cardinales,
cómplices del negro beso.
En el naufragio de la tormenta,
la arena se estrelló contra la arena.
Murió ahogada en su propio cieno.
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