No podemos quedarnos atrapados en el pasado. Es de imbéciles. De él, solo debemos quedarnos con los bellos recuerdos y aprender lo máximo de los errores acumulados.
El futuro es tan incierto, que los planes que hagas se pueden volatilizar en cualquier minuto. Es una tontería quebrarse la cabeza pensando en él, ni planificar nada… Nada sale conforme a tu ilusión y todo termina de golpe. Nadie te avisa. Tu mundo cambia en una micro milésima de segundo y te quedas atrapado en la nueva circunstancia, ya sea temporal o para siempre. Tal vez para nunca.
Estamos para vivir:
el sonido del agua de un arroyo,
el trino de un pajarillo,
la belleza de la puesta de sol,
la alegría del lindo amanecer,
la suerte de respirar un nuevo día,
el regalo de un sueño reparador,
la dulzura de abrazar un bebé
mientras contemplas su inocente sonrisa,
la tranquilidad del alma,
la conexión del sentimiento recíproco,
la alegría de poder dar gracias cada mañana
y ayudar a los que te acompañan en el camino.
En definitiva disfrutar del momento y el instante.
Ahí es donde está la felicidad verdadera,
tan escondida como a la vista.
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