Los ojos del alma ven lo invisible:
Lo divino. La esencia. El espíritu.
El oído interno escucha lo inaudible:
Lo emergido. Lo sumergido. La frecuencia.
El olfato oculto huele lo imperceptible:
Lo enterrado. Lo fosilizado. Lo amordazado.
El gusto escondido degusta lo increíble:
La nostalgia. La anestesia. La hipogeusia.
El tacto sumergido siente lo imposible:
La presencia. La ausencia. Lo infinito.
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